top of page

“Mi madre vivía en una cabaña con un pequeño jardín, hacía años que
nadie lo cuidaba. Pero aquel jardín en ruinas... tenía algo que era, a su
manera, muy hermoso. Ahora sé lo que era, sí... Cuando hacía buen
tiempo ella se sentaba a mirar por la ventana.
Un día decidí arreglar aquel jardín, cortar la hierba, quemar hierbajos,
podar los árboles. Pretendía rehacer el jardín acomodándolo a mi gusto,
con mis propias manos. Sí, solo por complacer a mi madre. Durante dos
semanas me afané con las tijeras y la guadaña, recorté y podé, escardé
las hierbas. Viví con la nariz pegada a la tierra y me esforcé por
acabarlo todo lo antes posible. Cuando terminé, cuando todo estuvo ya
preparado, tomé un baño, me puse una muda limpia, y hasta una
corbata. Y me senté en una silla para contemplar mi obra. Me senté
allí, y miré por la ventana... esperando disfrutar de la vista. Miré por la
ventana, y ¿qué fue lo que vi?. Aquello ya no era hermoso. No
resultaba natural, era tan desagradable, lleno de huellas de violencia.”
Andrei Tarkovski. El Sacrificio, 1985.

 

© 2012 by Origen.

bottom of page